
Quieres que sea libre, que me sienta fuerte, que me quiera entera y que lo haga bien.
Quieres que sea diferente, que me abrace entera y que no me importe lo que diga
quién.
Quieres, quieres, quieres verme entera pero me recortas por dónde crees que no soy
válida.
Quieres, quieres, quieres que me sienta bella y me reduces a cifras que impones y me
aprietan.
Quieres, quieres, quieres que me quiera sin miedo pero me cortas las alas si no entro
en tu juego.
No me quieres bien, no me quieres libre, me quieres odiando y comparando hasta lo
que vivo.
No me das el aire para volar bien alto, me prefieres pequeña para seguir haciendo
daño.
Y sé que te molesta, sé que te disgusta,
un cuerpo que no entra en tu imagen de cenicienta,
en tu idea de mujer perfecta,
en tus ganas de quererme completa.
Sé que me rechazas por no formar parte de lo que te han dicho que era estable,
de aquello que creíste y nunca te preguntaste.
Quieres que cambie mi cuerpo y mi mente para caber en tus cifras y centímetros de
hiel,
pero es que eres tú el que no tiene espacio aquí por aceptar unas normas a las que no
quieres poner fin,
por no saber ver que la piel es el caparazón de todo lo que puedo ser
y que no sea como quieres no me hace menos bien.
Querida sociedad,
me quieres a tu forma y medida,
en tu imagen concreta de felicidad establecida,
pero no te odio,
solo siento pena por saberte escasa y enferma,
por cada vez que me nublo y
censuro lo puro,
lo oscuro.
La piel,
las esquinas,
las venas
y cada una de mis estrías.
Cubro la vida,
el aliento,
la risa,
pero debo mantener mi cuerpo despierto por si decides usarlo a tu antojo sin saberte
ajeno.
Cada milímetro de mi bello es mío,
cada centímetro de mi carne es mía,
cada expresión en mi piel me hace llena de vida.
No voy a dejar espacio a los lugares que tú quieras como zona de recreo,
si sólo sabes ver el juego y no tienes en cuenta la vida entera que por dentro llevo.
Censuro mi cuerpo cuando deberían censurar tu mente.
Y es por eso que la rabia ha calado hasta las venas.
Esa sensación incoherente que en algún momento algún ser humano, o la sociedad
entera, decidió instaurar dentro de mí hasta calarla muy hondo.
Sentirse insuficiente duele.
Te hace creer que nada de lo que haces vale la pena o tiene espacio en este mundo,
por que siempre habrá algo que lo supere, alguien que lo mejore, y otras vidas que
tengan las oportunidades que tú nunca tendrás.
Es una rabia aplastante que cae sobre los hombros y oprime todas las costillas que
protegen lo que queda de mi corazón, y hacen que me ahogue cuando el vaso está
más que medio lleno.
Está hasta arriba.
Pero me enseñaron a verlo medio vacío,
a verlo roto,
feo,
innecesario
y quebradizo.
Y luego decidieron hacerme creer que ese vaso era yo y que en cualquier momento
todo puede romperse en mil pedazos por no haber estado a la altura.
¿Dónde se encuentran la fe, la confianza y la suerte? ¿Hasta qué punto existen y
hasta qué punto son creaciones banales para auto convencernos que podemos seguir
caminando, mientras pisamos cristales y nos prohíben llorar?
O quizá es todo lo contrario precisamente por eso, por que nadie te dijo que valías
fuera cual fuera tu camino, que lo que haces vale la pena y que tu lugar en el mundo
es igual de importante que el del resto,
aunque a veces la vida no te abrace y solo te exija.
Tengo borrosas mis dos balanzas y aunque temo que se rompan, quizá es lo que hace
falta para equilibrarlas.
ARIADNA CARRASCULL (@nubedecarbon)
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